En María Lionza, la diosa de los ojos de agua, Cristina García Rodero nos empuja a una forma de religiosidad extraordinariamente difundida en la Venezuela de hoy en día. A pesar de que este culto ha sido practicado a lo largo de su historia, en mayor o menor medida, por todas las clases sociales, sin duda su principal arraigo y auge tiene lugar en los sectores populares urbanos. Se trata de un fenómeno organizado en torno a la creencia en presencias místicas que intervienen de manera significativa en el entorno más inmediato. Como ocurre en otras expresiones de la posesión, la lógica del culto marialioncero se basa en la premisa de que los espíritus -indios y esclavos de la época colonial, soldados, generales, políticos, médicos, labradores, curanderos, prostitutas, cantantes, delincuentes, duendes de la naturaleza, etc.- pueden entrar en los cuerpos de los fieles. Estas entidades místicas usan el tiempo limitado que pueden pasar entre los hombres y mujeres vivos para socializarse, aconsejar y curar. De este modo incrementan su "luz espiritual" y expían, poco a poco, los pecados que cometieron en vida.
La trayectoria de Cristina García Rodero (Puertollano, 1949), es reconocida por muchos como la de una fotógrafa que ha desarrollado su obra en torno a la documentación plástica de ritos y tradiciones culturales, especialmente religiosas; que con gran pasión y acierto ha sabido destacar la fuerza expresiva de esas fiestas, los orígenes de las cuales se pierden en el pasado.
