El Museu Valencià d’Etnologia se acerca por primera vez al importante y significativo mundo de las sociedades musicales, con el objetivo de proponer una lectura que supere la vertiente estrictamente histórica y festiva, y presente desde una visión antropológica el papel de las bandas como marcos de encuentro, socialización y convivencia colectivas.
Las bandas de música constituyen uno de los fenómenos sociológicos más interesantes y diferenciadores de la Comunidad Valenciana, por su extraordinaria implantación en todo el territorio y por la cantidad de recursos humanos, materiales y económicos que movilizan.
Los escasos estudios académicos existentes sobre esta temática han tratado de desentrañar las razones por las que las bandas de música ha tenido un arraigo tan profundo en el pueblo valenciano, y todos han coincidido en señalar que se trata de un movimiento complejo, en el que la interacción con el ámbito de la fiesta (en realidad, su expresión pública) es sólo uno de los muchos factores que ayudan a entender la homogénea y fecunda expansión del tejido asociativo musical en nuestra geografía. Lo cierto, sin embargo, es que constituyen una de las expresiones sociales más pujantes del territorio valenciano, cuya significación supera con mucho el marco meramente musical, convirtiéndose en uno de los ejes articuladores de la cultura en muchos puntos de nuestra tierra.
La banda forma parte indisoluble de la comunidad, su música acompaña los actos colectivos públicos y privados, coadyuva a solemnizar las celebraciones religiosas y anima los rituales profanos, dotándolos de una envoltura sensible y una plasticidad que permeabiliza nuestro paisaje festivo hasta hacer de la melodía que la acompaña un elemento reconocible por todos.
Su presencia en buena cantidad de actividades culturales y festivas hacen de la banda un elemento muy visible en el tejido social valenciano, mostrándose en todo tipo de actos musicales y festivos (conciertos, procesiones, pasacalles, desfiles de Moros y Cristianos, fallas, hogueras, etc.), de tal manera que en no pocas ocasiones se constituye como el principal agente dinamizador de la cultura local.
El factor económico merece también un capítulo aparte. La relevancia económica de las bandas está fuera de toda duda, por dos cuestiones fundamentales. Uno, por la cantidad de empleos que genera, en actividades relacionadas con la formación y la administración de las propias sociedades, y dos, por el presupuesto global que maneja el sector, que fue de 50 millones de euros en el año 2008.
La estructura organizativa de las sociedades se halla compuesta por tres tipos de agentes: los músicos, los educandos y los socios, y todos se dan cita en la sede social debido a diferentes circunstancias, momentos y motivos. Unos lo hacen para ensayar, otros para formarse y otros para organizar actividades y tratar asuntos organizativos. El Casino, el Centro Instructivo, La Unión, el Ateneo, en ellos es donde tienen lugar el ensayo y la formación de los educandos, pero también son lugares de encuentro. Suelen ser edificios amplios, generosos, muchas veces propiedad de las sociedades, con espacios habilitados para acoger la cada vez mayor y variada gama de servicios que ofrece: orquesta sinfónica, banda juvenil, coro, big band, o incluso teatro. En estos edificios, el esparcimiento ocupa un espacio relevante. Allí los grupos se reúnen y hablan, cenan antes del ensayo y luego quedan.
Su fecunda actividad interna no puede hacernos olvidar su intensa proyección externa. Además de los pasacalles festivos -donde las bandas participan con su música acompañando a cofradías de Semana Santa, a comparsas de moros y cristianos, a agrupaciones de fallas u hogueras-, los certámenes, concursos o encuentros con otras bandas, se convierten en citas importantes donde poner a prueba los conocimientos y la técnica, resultado de muchas horas de ensayo y trabajo conjunto. Las bandas participan en este tipo de acontecimientos musicales que otorgan prestigio y nombradía, y es aquí donde aparece en toda su magnitud el fenómeno identitario. Identidades locales, identidades de grupo, compitiendo en un escenario donde se juega algo más que una buena ejecución de una pieza musical o una sonoridad vibrante.
Finalmente, y para completar el panorama de las bandas de música valencianas, cabe señalar los grandes cambios operados en las últimas dos décadas: el paso de un modelo basado en la tradición y un perfil de músico aficionado, masculino y obrero, a otro modelo, en el que destaca la tendencia a la progresiva profesionalización de sus miembros, la incorporación plena de la mujer en la sociedad musical y una cierta heterogeneidad social de sus integrantes.