En una de las salas de la exposición del ámbito “El secano y la montaña”, podemos apreciar una fotografía en blanco y negro impresa sobre un panel iluminado al ritmo de un chotis que suena de fondo. En la fotografía unos hombres miran de pie a parejas de hombres y mujeres que bailan en lo que parece una típica verbena de pueblo. Esos hombres que miran, pasivos, a esas parejas activas son los solteros del pueblo, los que no han sido casados a tiempo y esperan, pacientemente, que alguna chica les saque a bailar. Son hombres de unos treinta años, que han sobrepasado la edad núbil: los “incasables” del pueblo. Detrás de la fotografía se pueden apreciar, cuando el panel está iluminado, algunos objetos que formaban parte del imaginario de esa sociedad en la que los solteros acudían a los bailes para no bailar: una navaja, para acudir bien afeitados y con la cara lavada, una boina, accesorio masculino imprescindible, y una petaca en el bolsillo para consumir cigarrillos mientras se observa a las parejas bailar. La música, la imagen y los objetos son acompañados además por un fragmento del texto de Pierre Bourdieu El baile de los solteros, en el cual el sociólogo analiza, décadas antes de la existencia de los Estudios de Género y partiendo del celibato de los primogénitos, la institución del matrimonio como una cuestión más de las “relaciones entre los sexos”.
