Relectures

Telar

Cuenta la Odisea que Penélope esperaba a Ulises pacientemente tejiendo de día lo que destejía de noche para preservar la fidelidad a su esposo. Aunque ya en la época clásica la mujer estuvo asociada a la costura, esta asociación ha sido intermitente a lo largo de la historia. En época medieval, por ejemplo, los talleres textiles solían estar conformados por unidades familiares de hombres y mujeres que trabajaban por igual, aunque el titular del negocio siempre era el patriarca de la familia. Con el transcurso de los siglos, no obstante, y especialmente llegado el siglo XIX, se fue estableciendo de nuevo la asociación de la costura con la feminidad. La mujer ideal, el ángel del hogar, debía saber coser, no para dedicarse a ello profesionalmente, sino como mera “labor femenina”, una labor silenciosa, sumisa y repetitiva. La costura se convirtió así en un medio para educar a las mujeres dentro de los parámetros de ese ideal femenino según el cual el segundo sexo debía quedar recluido entre las cuatro paredes del hogar y estar supeditado siempre a un hombre, el padre primero y el marido después.